viernes, 13 de mayo de 2011

latinoamerica en el avance de la naturaleza



América latina se sitúa a la cola del ránking mundial de desarrollo tecnológico, según un estudio realizado por el Foro Económico Mundial (FEM), en el que se remarca un retroceso en el compromiso de la Argentina en esta línea.
El Informe Global sobre Tecnología 2007-2008, que lleva por subtítulo "Fomentando la Innovación mediante la Preparación en la Red", fue financiado por Cisco Systems, y se realizó en 127 países.
Sólo cuatro economías de América latina y el Caribe se encuentran entre los primeros 50 primeros puestos del ránking: Chile (54º), Barbados (38ª), Puerto Rico (39º) y Jamaica (46ª).
El informe destaca el caso de la Argentina, que bajó 11 puestos respecto al año anterior y se sitúa en el 77, a causa de, entre otros factores, la escasa atención del Gobierno a esta cuestión en su agenda nacional.
En tanto que Chile muestra una relativa homogeneidad de los tres índices estudiados en el informe, y que se percibe una firme apuesta del Gobierno para aplicar una agenda digital. México y Brasil descendieron algunos puestos con respecto al índice del año anterior y se colocan en el rango 58 y 59 respectivamente.
El estudio señala que en ambos casos, la caída no se debe a una mala actuación de los países, sino a la sustancial mejora del resto de naciones en comparación. "A pesar de que ambos países han realizado un progreso significativo en la rapidez de uso tanto en los negocios como en el gobierno, y en los dos casos se ha dado prioridad en las agendas nacionales a las tecnologías de la información, sus mercados sobrerregulados, la pobreza de sus sistemas educativos, y los bajos niveles de inversión en Ciencia y Desarrollo se convierten en importantes escollos", añade.
"El panorama que ofrece el informe sobre la preparación que tienen los países de América latina para utilizar las tecnologías de la información y la comunicación de manera eficiente es menos positivo que el año anterior, en el que se observó una tendencia en general alcista", señaló una de las autoras del documento, la economista Irene Mia.
"Esto subraya el dinamismo del sector de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y la importancia de lograr un progreso continuo en su difusión, así como también en la adopción de innovación a fin de mantener las ventajas competitivas de una nación", agregó la economista.
El índice mundial lo lidera Dinamarca, seguida por Suecia. En tercer lugar se encuentra Suiza, que este año ascendió dos puntos, seguida de Estados Unidos, que subió tres y se sitúa en cuarto lugar.


avance de la salud en latinoamerica

 Los desafíos que enfrenta el sector salud en América Latina y el Caribe definen
el potencial de la salud electrónica en la región. Teóricamente, en muchos casos
ésta parece ser la forma más equitativa, efectiva y eficiente para incrementar
el acceso, la oportunidad de la atención, la generación de alertas, el ahorro de
costos y la mayor efectividad de diagnósticos y tratamientos.
Estos desafíos están expresados sobre todo por inequidades en términos
de acceso y calidad de la atención de salud, transformaciones demográficas y
epidemiológicas de la población (COM, 2006), así como presiones sobre los
sistemas de salud en cuanto a la disponibilidad de recursos (profesionales,
infraestructura, insumos, etc.) y de sostenibilidad del gasto público (COM,
2001; Álvarez, 2002).
Existen al menos tres maneras de abordar el concepto de acceso:
utilización, cobertura de seguros de salud o seguridad social y la probabilidad
de recibir un servicio de salud efectivo y apropiado en caso de ser necesario
(Savedoff, 2009). Las dos primeras tienen limitaciones en la medida que
no se refieren a la capacidad real de la población de acceder a los servicios
de salud. La tercera, denominada “cobertura efectiva” (Shengelia y otros,
2005), considera la disponibilidad de recursos en tanto se define como una
probabilidad, siendo aplicable para poblaciones que acuden continuamente a
los servicios de salud así como para aquellas que no lo hacen. De este modo,
la tercera perspectiva se define como la fracción de ganancia potencial en salud que el sistema de salud podría aportar con los servicios que ofrece en
la actualidad (Lozano y otros, 2007).
Con base en lo anterior, se identifican cuatro factores que condicionan el
acceso a los servicios de salud. En primer lugar, la disponibilidad de recursos,
en tanto es necesario contar con profesionales de la salud debidamente
capacitados, instalaciones, equipamiento y medicamentos para el tratamiento
de las enfermedades. Un segundo factor es la localización de tales recursos
en referencia a la proximidad de la población demandante. En tercer lugar, el
acceso puede estar limitado por los costos de atención para los pacientes y sus
familias. Finalmente, en cuarto lugar, la forma de provisión de los servicios
de salud puede estar en conflicto con las creencias o normas sociales de la
población, inhibiendo la demanda por motivos culturales.
Las TIC pueden resultar de gran utilidad para mejorar la situación de los
cuatro factores condicionantes. Por ejemplo, la telemedicina, entendida como
“la prestación de servicios de asistencia sanitaria por medio de las TIC en
situaciones en que el profesional sanitario y el paciente (o dos profesionales
sanitarios) se encuentran en lugares diferentes” (COM, 2008: 4), constituye
una herramienta de innegable valor para incrementar el acceso, especialmente
en relación con los dos primeros factores antes mencionados.
Las TIC permiten incrementar la disponibilidad de recursos médicos
mediante optimización de los procesos de atención así como acercar
el conocimiento de especialistas escasos a localidades lejanas mediante
teleconsulta (acceso remoto), tanto en tiempo real como diferido. De este
modo es posible reducir la necesidad de traslado de los pacientes, a la vez que
reciben una atención más oportuna y se disminuyen costos para las familias y
el sistema. Esto, en la práctica, es aplicable a todas las especialidades médicas:
teleradiología, telecardiología y telepatología, entre otros.
Asimismo, diferentes estudios (COM, 2004; Álvarez, 2002) plantean la
capacidad de las TIC para crear sistemas de salud centrados en el ciudadano
que respeten sus tradiciones culturales y lingüísticas. Entre otros beneficios,
estas tecnologías pueden contribuir a reducir el número de citas médicas, por
exámenes y derivaciones, que pueden ser un obstáculo para pacientes que no
hablan la lengua oficial (Álvarez, 2002).
Una de las aplicaciones más interesantes es la historia clínica electrónica
(HCE), entendida como el conjunto de documentos que contienen los datos,
valoraciones e informaciones de cualquier índole sobre la situación y la
evolución clínica de un paciente a lo largo del proceso asistencial (Carnicero,
2003). La HCE se vincula con la dimensión de eficacia en al menos tres
aspectos. En primer lugar, contribuye a la formulación de diagnósticos y
tratamientos que toman en cuenta toda la información clínica del paciente. En segundo lugar, posibilita la generación de alertas médicas a partir de un trabajo
complementario con la televigilancia y la prescripción de medicamentos que
no presenten interacciones indeseables en los pacientes (Wooton y otros,
2009). Por último, aumenta las posibilidades de vigilancia epidemiológica en
tanto genera una base de datos de actualización continua.
Las ventajas de la HCE sobre la historia clínica convencional se refieren
al acceso simultáneo y remoto, la seguridad y la confidencialidad otorgada
a la historia y proceso de los datos. La HCE contribuye a mejorar una
serie de elementos tales como: orden y uniformidad de los documentos;
información legible, inalterable y disponible y, por lo tanto, accesible; garantía
de confidencialidad y facilidad para disociar la información clínica de los
datos de filiación de los pacientes, lo que permite el procesamiento de la
información y la gestión del conocimiento, respetando la intimidad de las
personas (Carnicero, 2003 y 2004).
Por otra parte, en un contexto de creciente envejecimiento de la
población y el consiguiente aumento en la prevalencia de enfermedades
crónicas, la televigilancia puede ser más eficaz en el control que la prestación
tradicional. Por esa vía es posible detectar síntomas y parámetros de salud
alterados antes de la consulta programada o de urgencia, facilitando la
adopción de medidas correctivas previas al surgimiento de complicaciones
más graves (COM, 2008).
El empleo de TIC en educación facilita la capacitación de los
profesionales de la salud, lo que tiene especial relevancia cuando éstos
se encuentran trabajando en sitios aislados, pero también para agilizar el
intercambio de conocimiento entre centros de estudio. A su vez, una oferta
de actualización continua
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 a distancia favorece la instalación y permanencia
de profesionales en dichos lugares.
Junto con los aportes a la eficiencia ya señalados, hoy, en un contexto de
creciente volumen de datos y de complejidad de información y conocimientos
en salud, incrementar la capacidad de almacenamiento, agregación y análisis
para integrar información administrativa, clínica y de salud, es fundamental
en la toma de decisiones de cualquier organización sanitaria.
Mención especial merece destacar el potencial de las TIC en la
creación de espacios comunes de salud que favorezcan la movilidad de los
ciudadanos, permitiéndoles hacer uso de los servicios y sistemas de salud
independientemente de su lugar de origen. En este ámbito de potencialidades

es clave la adopción de estándares para la interoperabilidad.

latinoamerica en avance

La evolución reciente de varios países de América Latina ha hecho correr mucha tinta en relación con la percepción de crecientes amenazas para la estabilidad económica regional. Aunque comparto algunas de las preocupaciones, creo que, en buena medida, gran parte de la tirantez social que se ha despertado es consecuencia del surgimiento de un nuevo paradigma global positivo, que genera desafíos y tensiones sobre una región que avanza hacia la participación en una economía globalizada.
Este cambio trae consigo la oportunidad de dar un salto cuántico en los resultados económicos de la región, siempre y cuando esas sociedades demuestren ser capaces de avanzar sostenidamente en las reformas modernizadoras, tanto las de índole económica como las de tipo social.
Se trata de un paradigma promisorio. Pero el ritmo varía en la medida en que cada país emprende cambios, con frecuencia difíciles, creando rezagos que echan sombras sobre los progresos de la región. Estos cambios son esenciales para que, en la primera década del Siglo 21, los pueblos de la región puedan comenzar a cosechar los beneficios de las oportunidades que ofrece la globalización, y logren enfrentar los riesgos y desafíos que la acompañan.
Primero, los hechos. Tras la "década perdida" de los años 80, los años 90 marcaron una mejoría notoria para América Latina y el Caribe, quizá mucho más sustancial que la de los años 70.
El crecimiento del PIB aumentó al 4 por ciento en 1997, antes de que estallase la crisis del Asia y de los mercados emergentes. Y se está recuperando rápidamente otra vez: se prevé un 4 por ciento para este año, y una cifra algo mayor para el año próximo. Si observamos las tasas de crecimiento de los países, 17 de ellos pudieron incrementar la tasa de crecimiento anual media en los años 90 (el ingreso per cápita promedio de la región creció al 1.5 por ciento anual en los 90), en comparación con la tasa media de los 80; al mismo tiempo, 24 países registraron una reducción de la variabilidad de sus resultados de crecimiento, y 13 países lograron simultáneamente aumentar el crecimiento y conferirle mayor estabilidad. La inflación ha sido contenida, ubicándose en niveles de un dígito, tras décadas de inflación de dos dígitos. Y el firme crecimiento de la exportación y la reanudación de la afluencia de capitales privados netos significa que, en general, la balanza de pagos es hoy más sólida vista como región.
Estos resultados económicos se reflejan en progreso social. La brecha en el índice de desarrollo humano del PNUD se ha reducido en más del 20 por ciento entre 1975 y 1997, lo que señala una mejora sustancial de los indicadores sociales. Aunque la pobreza sigue afectando a unas 185 millones de personas, y aumentó en los años 80, dicho flagelo disminuyó significativamente en los años de 1990. Sin embargo, la pobreza se mantiene aún a niveles altos, afectando al 36 por ciento de la población latinoamericana. El tema de la distribución de ingresos entre quintiles o deciles, presenta un cuadro todavía desalentador.
Sin embargo ha habido cierto progreso. El crédito de este giro debe otorgarse a los propios países, que adoptaron reformas profundas y mantuvieron firme su ejecución durante los últimos 15 años. Pero, ¿ha bastado esto para ubicar a la región en la senda de un crecimiento rápido y decidido hacia el desarrollo social? Creo que aún no.
En primer lugar, las actuales tasas de crecimiento económico no bastan para alcanzar las metas sociales. Los encargados de la formulación de las políticas deben apuntar a un mayor crecimiento; pero también tienen que fortalecer el vínculo entre el crecimiento y la equidad. La equidad es la clave para la sostenibilidad del crecimiento. Segundo, la región no está explotando todavía todos los beneficios de la "nueva economía", es decir, la acelerada integración mundial impulsada por la revolución en la tecnología de la información.